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Sobre el Fin del Mundo y el Renacimiento del Universo

El pueblo yunétmico, como hemos señalado con anterioridad en otros comentarios de sus leyendas y mitología, posee una cultura construida en base a la existencia de otros mundos y dimensiones. Como ya decíamos, el sentido de su Cosmología radica en la creencia de que, al principio de los Tiempos, sólo existía una masa radiante y perfecta de orden y felicidad divina, pero que por las fuerzas caóticas se desgajó y dio lugar a la gran cantidad de dimensiones que pueblan nuestro actual universo. Según su religión, esta separación comprende un movimiento hacia el exterior, alejándose cada vez más los unos de los otros. (A causa de esto, en los primeros albores de nuestro mundo, los viajes interdimensionales eran mucho más sencillos debido a la proximidad entre los diferentes mundos; tenemos, por ejemplo, a la figura del héroe Yutcalitmán).

Hemos comenzado este apartado hablando de esos conceptos generales porque en la línea de la religión yutnémica la idea de la separación de los mundos es vital para comprender el universo. Es lógico pensar que un pueblo que tiene contacto con jinns y demonios a través de los cuales conocen la existencia de dimensiones y planos diferentes desarrollen una tradición semejante. (Existen estudios sobre otros mundos donde, se presupone, las religiones no contemplan tan abierta y claramente la coexistencia de otros mundos). Cuando ellos hablan del Universo, hablan de un Comienzo, que es esa separación de la Energía Primordial, y un Fin, que no es otra cosa que la separación constante y progresiva de mundos hasta que se internen en las tinieblas del Vacío y desaparezcan. Según ellos, la Energía Primordial quedó plasmada en cada mundo surgido de la separación, y con el continuo alejamiento de las dimensiones provoca que ese residuo de energía se debilite. Si esa energía desaparece, el mundo lo hace con ella. Es como si hablásemos del corazón del mundo, o mejor dicho, de un corazón colectivo. Cuando estaba concentrada, la Energía Primordial brillaba con todo su esplendor, pero al separarse, su fuerza y poder depende de la proximidad de los mundos.

Para entendernos, imaginemos a un ejército de mil soldados en medio del desierto. Juntos son una fuerza considerable, pero imaginemos que ahora cada uno comienza a caminar hacia una dirección distinta, separándose de los demás. Primero seguiríamos diciendo que eso es un ejército, porque todavía constituyen una masa uniforme y clara; pero con el tiempo se desperdigarán más y más, y llegará un momento en el que un solo hombre en el desierto no es un ejército y ha perdido su identidad; el ejército ha dejado de existir. Y seguramente el hombre, solo, acabe muriendo (nos referimos a un desierto yermo y seco).

Ese momento, dicen los chamanes yunétmicos, llegará en algún momento. Pero afirman que surgirá la figura del nuevo Yutcalitmán, un salvador alado del futuro venido de otro mundo que volverá a unir a todos los mundos en un solo punto, restaurando la Energía Primordial. Se trata de un tema denso, lleno de diferentes interpretaciones de las profecías ya dentro de la sociedad yunétmica, no digamos de los historiadores de nuestro tiempo. Básicamente, el Salvador o Ángel surcará los cielos recogiendo en sus manos los corazones de los mundos y usará su poder para destruir los mundos. Esa es la idea del Fin del Mundo, pero continúa con lo siguiente. Una vez concluida la destrucción de los mundos, el Salvador los reconstruirá desde cero como fueron al principio de los tiempos, la entidad única de la Energía Primordial, sinónimo de luz, felicidad, vida.

Aquello sería lo que debería ocurrir al final de los tiempos, una especie de borrón y cuenta nueva, para entendernos. Sin embargo, los propios chamanes hablan de dos demonios voladores que, confundiendo los conceptos del Bien y del Mal, representarán a todos aquellos que creerán que el Salvador solo pretende una destrucción simple de toda la vida del universo. Aquellos demonios interrumpirán al Salvador y lo encerrarán en una prisión de fuego y hierro. Aquí se abre una visión pesimista; los vencedores celebrarán que han salvado al Universo, cuando en verdad lo estarían condenando a languidecer poco a poco hasta disolverse en la nada. Aun así, de la sangre de los dos demonios surgiría una diosa que tendría en sus manos la oportunidad de liberar al Salvador y volver a iniciar el ritual para el Renacimiento del Universo. Es muy importante recalcar la idea de que tendrá la oportunidad, pues los chamanes proféticos dicen que el futuro del Universo quedará en manos de si ella considera correcto liberar al Salvador o no, y no es un seguro que el Renacimiento del Universo suceda realmente.

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